Los videojuegos son para niños?
(por Rodrigo Villanueva)
Quizás una de las ideas más añejas y que data de los albores de la
industria. Hablamos de la década de los 80, cuando las limitaciones
tecnológicas de las consolas no permitían nada más complejo que aglomeraciones
de pixeles vagamente similares a la figura humana y temáticas igualmente
simples, cuya interpretación venía solamente de entornos monocromáticos y música
de 8-bit.
Llegó Nintendo y aunque sus primeras consolas favorecieron cierto
desarrollo gráfico, su entendimiento de lo que un videojuego debía ser
permaneció inmutable, materializando así estandartes como Yoshi, Fox McCloud,
Kirby y Donkey Kong, quienes por más trascendentales que resulten para la
historia del videojuego, evocaron ambientes de corte fábula, más propios de lo
infantil que de lo adulto. Afortunada o desafortunadamente, Nintendo se
consagró como amo y señor de todo lo pixelado durante diez años, periodo
durante el cual rescató a la industria de la perdición financiera, pero también
alimentó esta imagen pintoresca y caricaturizada de esta forma de
entretenimiento.
Si a lo anterior sumamos el hoy descontinuado fenómeno de la arcadia,
punto de reunión para niños y adolescentes de aquellos días, tenemos que muchos
adultos de más de 50 años de edad asocian la palabra “videojuego” con tumultos
en las plazas, pequeñines caprichudos, círculos amarillos comefantasmas, naves
espaciales desabridas, fontaneros saltarines en 2D, estrellas, pequeños hongos
y demás.
Pero mientras la Gran N seguía adoptando la función de amistosa puerta
de acceso al entretenimiento electrónico –y aún lo hace –, los videojuegos
cambiaban drásticamente, en buena medida gracias a la progresiva sofisticación
de las herramientas de desarrollo, cuyo auge poco a poco dio pie a libertades
creativas, argumentos realistas y, en pocas palabras, variedad narrativa y de
presentación.
La mencionada alternancia ha atraído a nuevas huestes de jóvenes
entusiastas quienes reunidos con los nostálgicos veteranos que crecieron con
Nintendo, han esculpido el perfil del jugador contemporáneo actual, cuya edad
promedio asciende a los 37 años, dato provisto por la Entertainment Software
Association.
Quizá para muchos el mencionado número parezca inverosímil, pero es un
hecho certificado y no resulta tan raro si se piensa que quien era niño y
jugaba en los 80, hoy es un adulto independiente con otra mentalidad, con
ingresos propios y que ya no tiene que recurrir a sus padres para darse los
gustos de entretenimiento que más le placen; de hecho, la edad del comprador
estándar es todavía más alta: 41 años. En otras palabras, tal como ese niño de
los 80 creció y cambió, así también la industria del videojuego se ha
desarrollado y ha madurado para brindar un repertorio de experiencias que
además de apelar al público infantil, también busca satisfacer el gusto de los
jóvenes adultos. Por ello, decir que los videojuegos son cosa de niños es hoy,
más que nunca, una percepción anacrónica y, a todas luces, equivocada.
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