miércoles, 6 de febrero de 2013

TORMENTO CEREBRAL

 
Los videojuegos son para niños?
(por Rodrigo Villanueva)

Quizás una de las ideas más añejas y que data de los albores de la industria. Hablamos de la década de los 80, cuando las limitaciones tecnológicas de las consolas no permitían nada más complejo que aglomeraciones de pixeles vagamente similares a la figura humana y temáticas igualmente simples, cuya interpretación venía solamente de entornos monocromáticos y música de 8-bit.

Llegó Nintendo y aunque sus primeras consolas favorecieron cierto desarrollo gráfico, su entendimiento de lo que un videojuego debía ser permaneció inmutable, materializando así estandartes como Yoshi, Fox McCloud, Kirby y Donkey Kong, quienes por más trascendentales que resulten para la historia del videojuego, evocaron ambientes de corte fábula, más propios de lo infantil que de lo adulto. Afortunada o desafortunadamente, Nintendo se consagró como amo y señor de todo lo pixelado durante diez años, periodo durante el cual rescató a la industria de la perdición financiera, pero también alimentó esta imagen pintoresca y caricaturizada de esta forma de entretenimiento.

Si a lo anterior sumamos el hoy descontinuado fenómeno de la arcadia, punto de reunión para niños y adolescentes de aquellos días, tenemos que muchos adultos de más de 50 años de edad asocian la palabra “videojuego” con tumultos en las plazas, pequeñines caprichudos, círculos amarillos comefantasmas, naves espaciales desabridas, fontaneros saltarines en 2D, estrellas, pequeños hongos y demás.

Pero mientras la Gran N seguía adoptando la función de amistosa puerta de acceso al entretenimiento electrónico –y aún lo hace –, los videojuegos cambiaban drásticamente, en buena medida gracias a la progresiva sofisticación de las herramientas de desarrollo, cuyo auge poco a poco dio pie a libertades creativas, argumentos realistas y, en pocas palabras, variedad narrativa y de presentación.

La mencionada alternancia ha atraído a nuevas huestes de jóvenes entusiastas quienes reunidos con los nostálgicos veteranos que crecieron con Nintendo, han esculpido el perfil del jugador contemporáneo actual, cuya edad promedio asciende a los 37 años, dato provisto por la Entertainment Software Association.

Quizá para muchos el mencionado número parezca inverosímil, pero es un hecho certificado y no resulta tan raro si se piensa que quien era niño y jugaba en los 80, hoy es un adulto independiente con otra mentalidad, con ingresos propios y que ya no tiene que recurrir a sus padres para darse los gustos de entretenimiento que más le placen; de hecho, la edad del comprador estándar es todavía más alta: 41 años. En otras palabras, tal como ese niño de los 80 creció y cambió, así también la industria del videojuego se ha desarrollado y ha madurado para brindar un repertorio de experiencias que además de apelar al público infantil, también busca satisfacer el gusto de los jóvenes adultos. Por ello, decir que los videojuegos son cosa de niños es hoy, más que nunca, una percepción anacrónica y, a todas luces, equivocada.

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